domingo, 11 de noviembre de 2007

Guarda silencio para no parecer tonto, no sea que hables y a nadie le quede la menor duda…..

Muchos reyes y filósofos que a lo largo de la historia se preguntaron y reflexionaron sobre cuál sería, entre las miles de lenguas habladas, el idioma más natural del hombre. Es decir, aquel que lejos del aprendizaje del padre, de la madre o del entorno social
Se han descrito muchas experiencias en las que se ha buscado descifrar y dar contestación a este enigma. Unas proceden de la fantasía. Otras, más documentadas, de experimentos realizados con niños. Otras, más definitivas, las obtenidas en seres humanos que han vivido aislados completamente durante los primeros años de su existencia. Se cuenta que un faraón de Egipto, Psammetichus, y varios reyes entre ellos Jaime IV de Escocia, aislaron a niños recién nacidos para comprobar después con qué idioma se expresaban. El objetivo era descubrir el idioma más genuinamente humano y por tanto el más cercano a Dios. Pero quizás la historia más documentada es aquella del emperador mogol Akbar Khan, a principios del siglo XVI, que mandó aislar varios niños recién nacidos al cuidado de personas sordomudas y con la prohibición absoluta de que nadie tuviese ningún contacto verbal con ellos. Cuando los niños crecieron los mandó llamar a su presencia. El emperador, según describió un jesuita en su Historia General del Imperio Mogol en el año 1708, se rodeó previamente de gentes conocedoras de todas las lenguas para entre todas poder descifrar el lenguaje de los niños. Y fue entonces cuando el emperador descubrió que los niños no hablaban nada. Eran mudos. El idioma genuino del hombre, si alguno, era claramente el silencio.
Hoy hay recogidas documentalmente historias de niños completamente aislados por sus padres o perdidos en la selva cuando no debían tener más de un año de edad. Cuando algunos de estos niños fueron encontrados con edades de entre 4 y 6 años, no hablaban absolutamente nada. Se expresaban con contracciones extrañas de los músculos de la cara, raras vocalizaciones y gesticulaciones explosivas de los brazos. El caso de Johan recogido por unas monjas en un orfelinato de Burundi es ilustrativo. Se perdió por lo visto en plena guerra entre watusi y hudu en los alrededores del lago Tanganika, a principios de los 70. Años después, fue recogido por unos pastores que lo descubrieron viviendo en una colonia de chimpancés. El niño era mudo y andaba apoyado de brazos y piernas. A pesar de un intenso aprendizaje durante años, no logró aprender a hablar.
Y es que el lenguaje, el habla, no es algo con lo que se nace. Ciertamente, se nace con la potencialidad de hablar, es decir, se nace con un cerebro que alberga los circuitos neurales para el lenguaje, pero esos circuitos nunca van a funcionar a menos que se registre en ellos el habla de nuestros semejantes. Sólo el aprendizaje logra convertir en hecho aquello que existe en potencia

Cuanto me gustaría que muchos aprendiéramos el lenguaje originario del SILENCIO, estoy convencida de que practicado con frecuencia sería infinitamente productivo y, como escuché hace poco: Guarda silencio para no parecer tonto, no sea que hables y a nadie le quede la menor duda…..

1 comentario:

Anónimo dijo...

Extraordinarios comentarios.